Descubrimiento. El miércoles 20 de marzo, el Museo de Historia Natural de San Marcos presentó al mundo los restos del delfín de río más grande que ha existido, y que tienen una antigüedad de 16 millones de años. La República conversó con el paleontólogo peruano Rodolfo Salas Gismondi, quien lideró la expedición en el río Napo en 2018, y con su colega Aldo Benites-Palomino, autor principal de la investigación publicada esta semana en Science Advances. Esta es la historia de un viaje que culminó con una noticia de alcance mundial.
Era la penúltima jornada de una expedición que había empezado 20 días antes. El paleontólogo Aldo Benites-Palomino, del Museo de Historia Natural de San Marcos, caminaba por un lado del río Napo conversando con otro científico, John Flynn, cuando vieron unas protuberancias que sobresalían de un declive del río. Aldo se acercó, vio que una parte del muro había caído y entre esos restos rocosos encontró la punta del hocico de un animal fosilizado. Su mirada entrenada le dijo: esto es un delfín.
-Rodolfo llegó y se sorprendió. Se dio cuenta de que el tamaño era gigantesco- cuenta Aldo.
Se refiere a Rodolfo Salas, quien lideraba la expedición. Eran alrededor de las 11 a.m. del 20 de febrero del 2018. Estaban a unos 150 kilómetros de la comunidad más cercana, cerca de la frontera con Ecuador. Todos los expedicionarios se pasaron lo que quedaba del día excavando la roca de la pared del río para obtener el cráneo. El hallazgo confirmó sus hipótesis: se trataba del delfín de río más grande hallado hasta la fecha en el mundo.
Medía 3,5 metros —y quizá pudo ser más grande—, vivió hace unos 16 a 24 millones de años, cuando la actual Amazonía era una zona llena de pantanos y lagos formados por agua de mar que ingresaba al continente, y que hoy se conoce como sistema Pebas. De ahí el nombre que le han puesto: Pebanista yacuruna. ‘Pebanista’ por el lugar en que fue encontrado y ‘yacuruna’ porque significa en quechua ‘gente del agua’. En la Amazonía, las leyendas hablan de seres acuáticos que se convierten en hombres.
Pero, antes de este descubrimiento, hay una historia previa que Rodolfo Salas ha contado: él realizó varias expediciones al río Amazonas entre 2005 y 2015, cerca de Iquitos, y en esos viajes encontró gran cantidad de restos fósiles de cocodrilos. Incluso, la información recogida fue parte de su doctorado en paleontología. El lugar era tan rico en fósiles que en 200 metros cuadrados se hallaron 7 especies de cocodrilos de 13 millones de años de antigüedad.
Baby, del Instituto de Investigación para el Desarrollo (IRD), había realizado un viaje por el río Napo el 2004. En ese recorrido había encontrado la mandíbula de un Purussaurus (un caimán de enorme tamaño), los restos de un perezoso gigante y varias zonas con potencial de contener fósiles de épocas aún más antiguas. Desde entonces, Salas abrigaba la idea de recorrer el Napo porque abría la posibilidad de encontrar fósiles nunca antes conocidos.
-No habíamos ido allí. Presenté un proyecto a National Geographic para una expedición al río Napo. Teníamos la esperanza de encontrar fósiles de cocodrilos ancestrales- cuenta.
El viaje se hizo el 2018. Fueron en busca de cocodrilos y, después de tres semanas, encontraron los restos de un delfín que vivió en la proto-Amazonía, el Pebanista yacuruna. Participaron, además de Salas y Benites, los peruanos Alí Altamirano, Julia Tejada y los investigadores Gabriel Aguirre Fernández (Universidad de Zúrich, Suiza), Patrice Baby (Universidad de Toulouse, Francia), Diana Ochoa (Universidad Cayetano Heredia y Universidad de Salamanca, España), John J. Flynn (Museo Americano de Historia Natural, EEUU), Marcelo R. Sánchez-Villagra (Universidad de Zúrich), y Christian de Muizon (Museo de Historia Natural, Francia).
Búsqueda implacable
Rodolfo Salas Gismondi, quien lideró esta expedición, es biólogo por San Marcos, doctor en Paleontología de la Universidad de Montpellier, Francia, e investigador de la Universidad Cayetano Heredia. Es el responsable del Departamento de Paleontología de Vertebrados del Museo de Historia Natural, de la UNMSM, y uno de los científicos más respetados en su especialidad en el mundo. Sentado en su oficina y rodeado de restos fósiles, cuenta que además del delfín, pudieron recoger cerca de mil fósiles de todo tipo en el tiempo que duró el viaje.
Desde Zúrich, Suiza, y a través del Zoom, Aldo Benites da más detalles de todo lo encontrado. Pudieron recoger restos de caimanes pequeños y grandes. Desenterraron un cráneo de Purussaurus casi entero. Hallaron huesos de perezosos terrestres de quizá cinco metros de alto. Pirañas que tenían el doble de tamaño que las actuales. Huesos pequeños de muchos animales. Todo eso hoy es parte de un acervo que será objeto de futuros estudios para ser presentados de acuerdo a su relevancia, tal como ha ocurrido con el Pebanista yacuruna.
Aldo fue el integrante más joven de la expedición y también ha sido parte del Museo de Historia Natural peruano. Estudió Biología en San Marcos y hoy se encuentra haciendo el doctorado en Biología Evolutiva en la Universidad de Zúrich. Es el autor principal del artículo científico publicado esta semana en Science Advances, el mismo día que se presentaban los restos del delfín en una conferencia de prensa, tras seis años de investigación.
En el artículo se precisa que el delfín gigante del Amazonas, o Pebanista, no es un antepasado de los actuales bufeos rosados amazónicos, sino que más bien tiene un parentesco con los delfines que habitan los ríos del sur de Asia, llamados Platanista. “Esto es evidenciado por el gran desarrollo de crestas faciales que tienen tanto el Pebanista como el Platanista. Estas crestas faciales son estructuras óseas ubicadas sobre el rostro que las usan a manera de barreras sonoras focalizando el sonido que emiten durante la navegación bajo el agua, como parte del proceso de ecolocalización que evolucionó en los delfines”, explica el documento.
Para Rodolfo Salas, si no encontraban los restos del delfín este año, quizá se hubieran perdido para siempre. “Una parte —la punta del hocico que encontró Aldo— estaba caída en el sedimento. Si uno no los colecta, el río crece y se los lleva para siempre”, explica. Aldo cuenta desde Zúrich que “el hallazgo ocurrió cuando estábamos a punto de empacar todo”. No fue un viaje fácil: desde el río acechaban los caimanes actuales, muy temprano los despertaban los ruidos de los animales de la selva, y todo el día eran picados por mosquitos, llamados manta blanca, que hacían difícil el trabajo.
Durante el recorrido por el río Napo, los científicos pasaron por zonas de población ‘no contactada’ y decidieron alejarse para evitar perturbarlos. En otra oportunidad, una comunidad no fue tan amistosa como otras y debieron irse. El último día del viaje también les deparó una sorpresa. Encontraron un esqueleto completo de Purussaurus (caimán gigante), pero hubieran tenido que quedarse más días para sacarlo. Como los restos estaban en una zona de roca, y el cráneo se ubicaba dentro del cerro, no hay peligro de que el río se lo lleve y quizá pueda ser extraído en una futura expedición.
El fósil del delfín gigante de la Amazonía hoy se exhibe en una de las salas del Museo de Historia Natural de la UNMSM. Cuenta Rodolfo Salas que el museo guarda una de las mayores colecciones paleontológicas del mundo. Él y su colega Aldo Benites también han participado en algunos de los hallazgos más reconocidos del museo, como el del Perucetus colossus, junto con Mario Urbina. Ambos estuvieron en la zona de trabajo y fueron parte del artículo científico.
¿Por qué es importante este hallazgo?, preguntamos. Rodolfo Salas responde: “Es importante porque demuestra que la Amazonía es un lugar rico en fósiles. Tenemos una historia desconocida allí y podemos acceder a ella a través de estos restos. Además, esto va a suscitar interés mundial y podemos buscar fondos para nuevas expediciones. ¿Qué historia sería más fascinante de contar que el lugar con mayor diversidad del planeta? Podemos descubrir la historia de cómo se generó esa diversidad actual a través de los fósiles que hemos encontrado”.
Fuente: La República