Una mandíbula antigua conservada en piedra durante miles de siglos sería el tipo de descubrimiento por el que los científicos pasarían años trabajando sobre el terreno. Pero, ¿y si esa mandíbula está incrustada en una baldosa de travertino?
Esa es la historia que se ha desvelado recientemente en el subreddit r/fósiles de Reddit, cuando un usuario anónimo de Turquía subió una imagen de lo que parecía una sección transversal de una mandíbula humana incrustada en una baldosa de la casa recién reformada de sus padres.
Podría parecer otro cuento chino de Internet, incluso cuando el autor anónimo dijo que era dentista de profesión y reconoció la mandíbula nada más verla. Pero las fotos no han dejado a nadie indiferente: en la superficie pulida de travertino hay una mandíbula cortada lateralmente por al menos cinco dientes.
El descubrimiento abre un misterio. ¿A quién pertenecía esta antigua mandíbula, cómo acabó en la baldosa de un cuarto de baño y dónde está el resto del cuerpo?
Historias en piedra
El travertino se forma cerca de manantiales donde el agua está cargada de carbonato cálcico disuelto. Ese carbonato cálcico forma capas de roca, una especie de versión natural masiva de la acumulación de cal en las tuberías y accesorios de los hogares con agua dura. Al formarse, la roca puede encerrar hojas, madera y restos de animales, incluidos antiguos homínidos. Estas capas de travertino pueden formar impresionantes cascadas como las de Mammoth Hot Springs, en el Parque Nacional de Yellowstone en Estados Unidos.
Formaciones similares pueden verse en la provincia de Denizli, en el sureste de Turquía. Las llamativas rayas de los depósitos de travertino de esta zona hacen que la piedra sea popular para su uso en viviendas y edificios comerciales. En 2002, Mehmet Cihat Alçiçek, profesor de geología de la Universidad de Pammukale, estaba examinando fósiles en paneles de travertino en bruto cerca del pueblo de Kocabaş cuando vio la silueta de un cráneo de aspecto humano. Alçiçek y especialistas en anatomía y geología acabaron por determinar que el cráneo pertenecía a un individuo de Homo erectus que vivió hace entre 1,6 y 1,2 millones de años. Lo único que queda es un corte en ángulo desde la ceja hacia la parte posterior del cráneo, de apenas dos centímetros y medio de grosor. No se ha encontrado ninguna otra parte.
Sin embargo, ese trozo de cráneo es precioso. Turquía y la región circundante son cruciales para comprender las conexiones y migraciones de los antepasados humanos entre África, Asia y Europa. Los homínidos evolucionaron en África y vivieron allí durante al menos cuatro millones de años antes de que se conociera ninguno de Eurasia. La aparición de fósiles de Homo erectus hace 1,8 millones de años en Dmanisi, en la República de Georgia, vino acompañada de muchas innovaciones en la forma del cuerpo y el comportamiento. Este éxito inicial llevó rápidamente al H. erectus a China e Indonesia. Pero el registro fósil de Turquía, probable encrucijada de H. erectus desde África hacia el Cáucaso y el este, permaneció en silencio hasta el descubrimiento del cráneo de Kocabaş, que demuestra que nuestros antepasados más antiguos también permanecieron en la región. Aún se desconoce qué ocurrió finalmente con los erectus en la zona.
Aunque todavía no hay planes al respecto, es probable que cualquier estudio comience con la extracción de la mandíbula y el travertino que la rodea y su traslado a un laboratorio para realizar una tomografía computarizada, seguida del minucioso trabajo de extraer el hueso de la roca.
Los métodos actuales pueden extraer una cantidad sorprendente de información de un fósil como éste.
El primer objetivo será determinar la edad del hueso. Para determinar la edad del cráneo de Kocabaş, un equipo internacional de investigadores utilizó un método conocido como datación por nucleidos cosmogénicos. Las partículas de alta energía conocidas como rayos cósmicos bombardean la Tierra todo el tiempo, pero rara vez penetran más de un par de metros en la superficie de nuestro planeta. Cuando estas partículas golpean minerales que contienen oxígeno y silicio, transforman algunos átomos en isótopos radiactivos. Cuando se entierran a suficiente profundidad, estos isótopos dejan de ser producidos por nuevos rayos cósmicos y se desintegran lentamente. Tomando muestras de cristales de cuarzo de la baldosa de travertino y midiendo la velocidad de desintegración de los isótopos radiactivos, debería ser posible determinar cuánto tiempo hace que el propietario de la antigua mandíbula estuvo expuesto en la superficie terrestre.
La mandíbula también tiene una parte importante de la que carece el cráneo de Kocabaş: los dientes. Los dientes son cápsulas del tiempo de muchas partes de la vida temprana de un individuo y pueden ser las herramientas más poderosas para situar un fósil en el árbol genealógico más amplio. Estudiando los incrementos del crecimiento del esmalte, los investigadores pueden examinar la cronología de muchos acontecimientos, como el nacimiento, el destete y la maduración. Las tensiones estacionales y las épocas en que un individuo padeció una enfermedad pueden quedar registradas en el esmalte. Alrededor de sus raíces, los dientes desarrollan capas de una sustancia llamada cemento, que también puede retener rastros de importantes tensiones vitales.
Otros rastros quedan retenidos en la superficie de los dientes dentro de la dura mugre conocida como cálculo dental, que puede contener diminutos fósiles de partículas de alimentos y microbios. El sarro también puede contener restos químicos de grasas, proteínas e incluso humo.
La mayor de todas las fuentes potenciales de información sobre un individuo antiguo es el ADN. Los investigadores han conseguido secuenciar un genoma antiguo (6000 millones de pares de bases) a partir de unos pocos miligramos de polvo óseo. Los datos resultantes ayudan a relacionar grupos antiguos como los neandertales con las poblaciones humanas actuales y permiten estudiar sus sistemas inmunitarios, su metabolismo y otras adaptaciones.
Pero el ADN no dura para siempre. Su conservación en huesos antiguos depende de la temperatura y el entorno químico. Los genomas antiguos mejor conservados proceden de cuevas frías. Los travertinos que se forman en manantiales cálidos no parecen tan prometedores. Aun así, no hay forma de estar seguros sin probarlo. Afortunadamente, los genetistas no necesitan tomar muestras de la propia mandíbula para hacerse una idea de si se conserva el ADN, ya que pueden experimentar con huesos o dientes de animales del mismo yacimiento.
La más remota de las posibilidades es encontrar más partes del esqueleto. La mayoría de los fósiles de homínidos son sólo una parte o fragmento de un hueso. Pero, como mínimo, la otra cara del panel de travertino con la mandíbula puede existir en algún lugar y contener la mitad de la mandíbula y otros dientes. Otros huesos también pueden haber sido cortados en paneles, la mayoría mucho menos reconocibles. Pero, a menos que alguien haya visto muchos cortes transversales de huesos similares a los humanos, no es probable que destaquen, aunque estén incrustados en el suelo de baldosas.
Fuente: National Geographic