Joya colonial que guarda tras sus muros muchos misterios en Salamanca, Guanajuato.
Por: Eulogio Soto Mahe
Salamanca, Guanajuato.- Es ya proverbial que lo Agustino es sinónimo de lo monumental, en la catalogación de las obras artísticas de la época colonial, en donde se impone, a la orden de los agustinos en la primera categoría, por que varias de sus casas conventuales, fueron decoradas con extraordinarias obras de arte, algunas de las cuales todavía se pueden admirar.
El maestro Eulogio Soto Mahe ante San Agustín de Hipona.
El descubrimiento inicial, en cierto modo implicaba la posesión, a lo que hay que agregar la donación pontificia con el fin de predicar el evangelio, desde este punto de vista y de acuerdo con las doctrinas entonces dominantes, no se trataba de una mera conquista, desde que se tomaba lo donado y menos aun, de una invasión.
Jesús en su martirio.
De todas maneras, a este espíritu responde el famoso requerimiento el que ha sido a veces injustamente ridiculizado, por considerar solamente su aspecto intrínseco, pero lo que interesa es su espíritu manifestado en la presencia obligada de intérpretes, de testigos, el acto de una formal invitación, a la lectura del documento que, pretendía exponer las verdades del cristianismo.
Llegaron los primeros siete frailes en carabela.
Pero además de someterse a la Corona de Castilla naturalmente el grave defecto, de la parte española, era el no comprender que la diferencia cultural era tan inconmensurable, que si podía caerse en situaciones ridículas; la conciencia del hombre inmerso en un mundo mitico-magico, no podía captar, reflexivamente, semejante documento.
Mesa labrada y símbolo de la orden Agustiniana.
Pero el documento era un acto típico e insuficiente de una conciencia cristiana, que otro pueblo de la tierra, en aquel momento, si no deseaba tomar posesión de un continente por el simple afán de poder y dominación, habría procedido de esta manera sin embargo, como advertía san Pablo, “queriendo hacer el bien, el mal se me pone delante”.
Retrato de San Agustín de joven.
El 22 de mayo arribaron a la Nueva España los primeros siete misioneros de la orden de san Agustín encabezados por fray Francisco de la Cruz, desembarcando en san Juan de Ulúa y emprendiendo el viaje a pie descalzo hacia la ciudad de México, iniciando así, una obra religiosa de gran trascendencia, para los nativos de estas tierras.
Varias de sus casas conventuales fueron decoradas con extraordinarias obras de arte, como se lo relataba fray Juan Pérez de Escobar al rey Felipe 11 en su relación de cartas de 1579, en donde dice: “hemos fundado muchos monasterios a nuestra forma y modo, traza y forma de vivir. Están los templos adornados de campanas, imágenes y retablos, música y órganos en los coros”.
Jesús atado de un poste.
Pinturas cargadas de misticismo.
Además los templos están llenos de aderezos de oro y plata, los ornamentos , limpios y pulidos, cuadros y retablos, y todos los rincones libres de polvo, todo ello con la colaboración de los naturales que prestos están para recibir la instrucción debida y, con gran amor dedican parte de su tiempo, al culto religioso dedicado siempre al rey del cielo.
En este municipio de Salamanca del estado de Guanajuato, se conserva uno de estos monumentos a la belleza y esplendor de esta orden que, aunque lleva el nombre de san Agustín el gran teólogo y doctor de la iglesia del siglo IV, quien después de su conversión, fundo una comunidad en el desierto, en el norte de África, la orden fue nuevamente fundada tiempo después en la edad media, y sus seguidores se inspiraron en sus escritos.
Bellos interiores del convento de San Agustín.
Las obras que aquí se exhiben pertenecieron en su origen, al convento de Nuestra Señora de los Dolores que se encuentra en la ciudad de Querétaro y que, desde finales del siglo XIX forman parte de la pinacoteca conventual de san Agustín aquí en Salamanca, y pueden admirarse libremente, solicitando la autorización del personal, de la parroquia a su cargo.