Visitantes de dormitorio

Cuando me casé, mi marido trabajaba los sábados y yo no, de modo que solía quedarme acostada un rato más.

Cuando me casé, mi marido trabajaba los sábados y yo no, de modo que solía quedarme acostada un rato más.
Se despedía de mí y, soñolienta, oía sus pasos por el piso, la llave en la puerta, el “cling-cling” de una campanita china que colgaba del recibidor, de nuevo la llave al cerrar por fuera y el sonido del ascensor…. ¡Pero inmediatamente volvía a entrar!
Durante muchos sábados, volví a oír la llave al abrir de nuevo la puerta, la campanita china, los pasos por el piso hasta la habitación y el ruido que hacía mi “marido” al buscar algo. Yo me hallaba plenamente consciente pero no lograba hablar, abrir los ojos o moverme, cosa que me producía auténtica angustia. Quería preguntarle qué había olvidado, hablar con él, pero no lo lograba; mi cuerpo no respondía pese a que yo me hallaba en un estado de absoluta consciencia. 

Al poco, los sonidos se repetían pero al revés: Pasos que se alejan de la habitación, de nuevo la campanita, la puerta que se abre y cierra, el ascensor…
Un día, hablando de otras cosas, me acordé de lo que ocurría casi cada sábado y le pregunté a mi marido qué “diablos” olvidaba para tener que regresar. Me juró y perjuró que no había vuelto nunca.

nueva experiencia y pasó una o dos semanas más tarde. Todo se repitió como siempre y, como siempre, yo estaba plenamente consciente pero mi cuerpo no respondía (quizá se hallaba dormido). En cuánto los pasos que oí llegaron a la habitación y escuché trastear entre la ropa dejada en una silla, envié mentalmente a la m…. a lo que yo pensé que eran bajos astrales. ¡Y hasta ahora! Nunca más se repitió aquella escena.

Por: Pilar López Bernués

Enigma 900 

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