En la Europa de la Edad Media convivían con los seres humanos otros seres fantasmagóricos, y digo convivían porque nadie dudaba de su existencia: Dragones, ogros, brujas, duendes, ninfas, sirenas… etc.
Las leyendas y mitos tenían vida propia y ocupaban un lugar en medio de aquella sociedad famélica, hambrienta, supersticiosa y poco culta, que se aferraba a la memoria colectiva y a las historias colectivas cuando no había ciencia alguna para explicar determinados fenómenos y todo lo inexplicable se atribuía al “más allá” o se validaba mediante historias y leyendas de las que nadie dudaba.
Había un ser especialmente hermoso, un caballo con un único cuerno en su frente, a modo de espada, a la que se conoció como “unicornio”. Se decía que procedía de algún lugar del lejano Oriente y, por ese motivo, también se le denominó: El asno indio. Por su belleza y gracilidad, encarnaba los más altos ideales de libertad y pureza.
El unicornio fue buscado tenazmente por cazadores, puesto que el cuerno del animal alcanzaba un alto precio en el mercado farmacéutico, y hasta bien entrada la Edad Moderna seguía incluido en libros de farmacia como uno de los productos terapéuticos. Se consideraba que el cuerno de ese ser era el más eficaz de los contravenenos y sus cualidades afrodisíacas superaban a las del rinoceronte. Se usaba, principalmente, en polvo.
Lo curioso de esta criatura es que esté presente en diversos pueblos y épocas, desde Europa hasta China. Existe, incluso, en tapices y grabados religiosos junto a la Virgen María (tapices del siglo XV – Museo Cluny de Paris). El animal representaba altos valores espirituales y también existen referencias a él en Los Vedas (India).
En unas excavaciones arqueológicas en el Valle del Indo, se han hallado millares de pequeños sellos fabricados con una variedad de talco compacto que los artesanos horneaban después para darles consistencia y dureza. Junto a una escritora autóctona (aún no descifrada) aparecen grabados de animales perfectamente reconocibles y propios del lugar: Elefantes, Rinocerontes, Bóvidos y, como uno más, ¡El Unicornio!