Un monstruo viene a verme

Recuerdo bien el último día que vi a mi padre. Fue un domingo 18 de febrero. Nos contaba a mi hermano y a mí, un cuento sobre un avión que se estrellaba en el desierto y como el único superviviente enfrentaba la situación. Yo tenía siete años, mi padre, 31. A la mañana siguiente tuvieron que llevarle de emergencia a un hospital ( llevaba un mes siéntiendose mal y no mejoraba). Murió la tarde del miércoles 21. Un cáncer con metástasis se lo llevó en la plenitud de su vida. Solo los buenos mueren jóvenes, dice la canción de Def Leppard. A Monster Calls, es una historia que tocará fibras sensibles en todas aquellas personas que perdieron por enfermedad a uno de sus padres en la niñez. En esa etapa de la vida donde todo debería ser dulzura e inocencia, hay muchos pequeños que deben enfrentar desde temprana edad el desafío, la gran interrogante que representa la muerte en la existencia.

El deceso de un enfermo terminal se ha tratado cualquier cantidad de veces en el cine. Esto ha generado una serie de clichés gastados y melodramáticos característicos de las películas tipo Hallmark. Un Monstruo Llama, apela a la extraordinaria imaginación que caracteriza a la niñez para solventar los múltiples y variados sentimientos encontrados que surgen en un niño cuando sabe que perderá a su madre irremediablemente. Conor, es un niño introvertido y creativo. Al igual que su mamá, tiene un talento enorme para dibujar. Es objeto de bullying en la escuela y día con día es testigo de como en su madre la vida se extingue inexorable por el cáncer. Cada noche desde el panorama que brinda la ventana de su habitación , observa un majestuoso árbol que yace en una colina cercana a un cementerio.

Una noche, a las 12:07 am, el árbol cobra vida y acude a Conor, diciéndole que va a contarle tres historias y que al finalizarlas, le corresponderá a él, contarle una historia a cambio. Puntualmente, a la misma hora, el árbol acude a la cita. Los relatos que cuenta el árbol gigante, son plasmados con una exquisitez visual que seduce. Como si un dibujante estuviera dibujando al momento las situaciones que narra el árbol. Cada relato es una fábula, una brújula para que Conor procese el dolor y las emociones que lo desbordan. Cuando llega el momento de que Conor cuente su historia, llega la catarsis para el niño, la aceptación y el entendimiento del amor indeleble y vínculo eterno con su madre que prevalecerá, aunque ella se adelante en el camino y abandone el mundo material. Al final queda el arte que su madre inculcó, compartió e incentivó en su hijo. La imaginación, creatividad artística y sensibilidad como espada para encarar los golpes de la vida.

Una cinta conmovedora. Bella y triste. Luminosa y oscura. Con todas las dualidades que caracterizan a la vida. De las que humedecen los ojos y hacen entender que las cicatrices del alma nos hacen crecer. 9 Barones.

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