Thoroughbreds

” Salvaron la vida de muchas personas al atraparme, nunca me hubiera detenido.”

Alexander Pichushkin, el asesino del ajedrez.

” No me entienden. Tal y como suponía, no son capaces de hacerlo. Yo estoy más allá de su experiencia. Estoy más allá del bien y el mal…”

Richard Ramírez, El merodeador nocturno.

” Mírame con desprecio, verás a un idiota. Mírame con admiración, verás a tu señor. Mírame con atención, te verás a ti mismo.”

Charles Manson.

Los psicópatas y asesinos seriales ejercen una fascinación abierta y a veces soterrada en un amplio grupo de personas. Individuos trangresores que lindan con los bordes de la locura y la claridad mental. Rompen esquemas y los parámetros de buenas costumbres y convivencia social. Quizá por ello despiertan admiración, no reprimen sus impulsos primarios y los llevan a sus últimas consecuencias sin ninguna carga moral que les provoque un conflicto interno.

No es casualidad que muchas mujeres entablen contacto por correspondencia con asesinos seriales que se encuentran en prisión y terminen casándose con ellos. Claro, el autocontrol es fundamental para transitar en sociedad. Sin embargo, a lo largo de la historia se ha constatado que en situaciones límite como las guerras mundiales, se pueden detonar los peores instintos en el ser humano. Cargamos entonces, con impulsos salvajes y violentos adormecidos que eventualmente podrían despertar.

Así como en American Psycho conocimos la historia de un hombre con gran preparación académica, deportista, adinerado, de buenos modales, que se deleitaba en su sadismo, en Thoroughbreds; conocemos a dos chicas adolescentes de clase alta. Finas en su trato, inteligentes, educadas en las mejores escuelas privadas de Connectitut. Sin embargo están frías por dentro : son dos glaciares incapaces de sentir. Insatisfechas de todo y todos. Son islas distanciadas de lo que los rodea. Su finalidad es que las cosas sean a su modo y quitar del camino al que estorbe.

La ambigüedad es una constante en el desarrollo narrativo lo que enriquece el proceso por la incertidumbre que provoca. Los personajes pasan por diversas etapas que no dejan claro quién es quién; un gran trabajo de dirección en el que los actores hablan con una neutralidad alejada de toda emoción con el firme propósito de quitar las caretas en el punto de resolución que resulta sorpresivo y tétrico.

Una película brillante de ritmo pausado que desde la secuencia inicial establece un tono delirante, perverso, enfermizo y tóxico. Dos adolescentes amorales, incapaces de sentir empatía por alguien, crean un vínculo siniestro que alimenta sus peores instintos. Estupenda ejecución, con actuaciones contenidas y una atmósfera sombría bien lograda. 9 Barones

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