Hola, amigos de Enigma 900. Hoy os voy a referir una historia personal. La tuve siendo muy pequeña y todavía la recuerdo como si me acabara de ocurrir.
Muchos hemos oído decir que los niños suelen jugar con amigos invisibles, sus padres atribuyen a la imaginación esos hechos, y tal vez algunos lo sean, pero… ¿todos?
Parasicólogos ya han advertido, desde hace años, que los niños, que aún no tienen el cerebro “contaminado” con lo que “puede” o no “puede ser” suelen ser bastante sensibles a algunos hechos insólitos, y que existen los llamados ESPIRITUS DE LA NATURALEZA que juegan con ellos, por ejemplo.
Yo tenía un año y medio y, al parecer, ya hablaba por los codos desde que cumplí uno. Recuerdo que estaba en la cama de mis padres, pero ellos no se habían acostado aún. En aquella época vivíamos con mis abuelos y un tío, de modo que la habitación era el pequeño reducto familiar. El piso era viejo, con vigas de madera en los techos.
Me senté en la cama al ver que entre las vigas y a lo largo de la pared aparecía una especie de barandilla y a un extremo una escalera diminuta que llegaba al suelo. Por esa escalera empezaron a subir niños y me saludaban. Eran muy pequeños de tamaño, adaptados a las proporciones de la escalera y la barandilla, situada a menos de un palmo del techo. Los niños jugaban y yo los contemplaba fascinada. Llamé a mis padres y les empecé a describir lo que veía: La ropa de colores, los juegos…. Decía frases del tipo: “Mira, mira, ese niño hace una voltereta, ese se asoma y ríe” Se llevaron un susto de muerte y pensaron que deliraba y estaba enferma. En un momento dado, alguien más subió por la escalera… Era una mujer vestida con un abrigo verde eléctrico, recorrió todo el espacio que la separaba del ángulo de las dos paredes y el techo, abrió una “puerta” escuché claramente el “clic” de un interruptor y se encendió una luz en aquella supuesta habitación, cuando cerró la puerta dejé de ver luz en la pared y seguí mirando a los niños.
Hacían cabriolas y jugaban, pero yo tenía la convicción de que todo aquello era una especie de espectáculo destinado a mí, sólo a mí, y eso me agradó. Al fin, uno de los niños se tiró desde la barandilla planeando, sin llegar al suelo, y se convirtió en círculos de colores que se fueron definitivamente por mi lado izquierdo. Uno a uno, todos los niños se marcharon de la misma manera y yo los contemplaba con interés y muy contenta. Me gustaba verlos mientras se tiraban, se convertían en círculos de colores y se despedían de mí. Recuerdo que el color predominante era el lila.
Han pasado muchos años desde entonces, pero siempre que he estado en una habitación con los muebles distribuidos como en aquella o con un techo de vigas, he revivido la escena con toda claridad y con un regusto muy agradable.
Pilar López Bernués
Corresponsal de Enigma 900 en Barcelona, España