Objetos que desaparecen y aparecen

¿Quién no ha perdido un objeto en alguna ocasión, lo ha buscado frenéticamente y luego, al cabo de un tiempo, lo ha encontrado en un sitio que ya revisó?

¿Quién no ha perdido un objeto en alguna ocasión, lo ha buscado frenéticamente y luego, al cabo de un tiempo, lo ha encontrado en un sitio que ya revisó?

Este fenómeno es más habitual de lo que se cree, he podido comprobarlo en la Red, de modo que me he decidido a compartir con vosotros algunas experiencias propias.

La primera le ocurrió a mi madre cuando todavía era niña: Le habían regalado una muñeca, de esas antiguas con cara de  

porcelana. Como le tocó vivir una guerra y una posguerra, nunca tuvo demasiados juguetes, de modo que la muñeca le hizo una ilusión indescriptible. Una mañana, cuando se levantó para ir al colegio, vio que su madre tenía ropa en remojo para lavar (en ese entonces no había lavadoras) y decidió desnudar a la muñeca y poner su vestido en el cuenco con agua. Como era invierno, se le ocurrió que la muñeca tendría frío y la dejó en su cama, tapada hasta la barbilla… Nunca más la encontró. Se quedó con el vestido lavado y nada más. Nadie la había cogido, nadie la había visto… Incluso años después, cada vez que en aquella habitación se cambiaron muebles o se reformó, mi madre siguió pensando en la “desaparición” y esperando hallar alguna pista.

Hace unos años yo vivía en un piso pequeño. Compré una blusa y la guardé en un armario, colgada de una percha con otras prendas porque había poco espacio. No se la mostré a nadie, me limité a colgarla y punto. La fui a buscar para ponérmela unos días después y no la encontré. Ni mi marido ni mi hijo la habían visto y ni siquiera sabían cómo era. Vacié el armario por completo, pensando que se podía haber desprendido del colgador, pero no la encontré. Incrédula, volví a revisar ese armario días después: ¡Nada! Un buen día, en uno de esos colgadores, y encima de todo lo demás, apareció y lo hizo justo dónde yo recordaba haberla puesto.

Pero esta anécdota no fue la única: Tenía un pañuelo de seda que me gustaba especialmente y un día me lo puse. Los guardaba todos en un cajón del tocador y allí fui a buscarlo la próxima vez que decidí ponérmelo, pero no lo encontré. Pensé que lo habría perdido pero me extrañó, me extrañó porque me habría dado cuenta, por lo menos, al desvestirme. Vacié el cajón y saqué uno a uno el resto de los pañuelos y no lo encontré. Incrédula, repetí esa operación varias veces sacando de la cómoda el cajón, colocándolo encima de la cama y revisando, pero no estaba allí. Un buen día, en ese mismo cajón y encima de todos los demás ¡apareció!

Lo curioso del caso, es que al poco de cambiar de piso me pasó lo mismo y con el mismo pañuelo. No lo encontré durante días en el cajón hasta que poco después apareció encima de los demás, como la otra vez.

Estas cosas son extrañas, no podemos explicarlas, pero suceden. Se me ocurre un ejemplo que hablaría de múltiples dimensiones y que leí en alguna parte:

Un ser de dos dimensiones “viviría”, por ejemplo, dentro de una caja, pero sólo podría desplazarse por la superficie del fondo porque, para él, la tercera dimensión no existe. Pero un ser de tres dimensiones (nosotros) no tendría ningún problema en alargar la mano hasta el fondo de la caja y tomar cualquier cosa, dejar otra o reponer la primera. Esa desaparición-aparición jamás la entenderían los seres de dos dimensiones, pero nosotros sabemos que es posible. ¿?

Por: Pilar López Bernués

Enigma 900

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