Cuando nació Jesús, en Belén de Judea, bajo el reinado de Herodes, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén y preguntaron: “¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? Porque vimos su estrella en el este y hemos venido a adorarlo”.
Evangelio según San Mateo.
La Estrella de Belén fue, según la tradición cristiana, el astro que guió a los Magos al lugar del nacimiento de Jesucristo. El Evangelio de Mateo menciona que los Reyes Magos vieron aparecer por el Oeste la Estrella de Belén, aunque no aclara si se trataba de un planeta, una estrella o cualquier otro fenómeno astronómico o astrológico. Según los escritos, los sabios viajaron siguiendo la estrella, y esta se detuvo sobre el lugar en el que Jesús había nacido.
A pesar que es imposible que un astro marque un lugar tan concreto como un pesebre, se han sugerido diversas explicaciones sobre este hecho, lo más probable es que el pasaje bíblico sea solo una metáfora referida a los supuestos hechos. Fuera lo que fuese, los Reyes Magos lo asociaron al Rey de los Judíos.
De haber sido astrólogos griegos o romanos podrían haber asociado la estrella de Belén con Júpiter, el planeta rey, y Régulo, la estrella rey. O si venían de Babilonia, lo podrían haber asociado el planeta Saturno (Kaiwanu). En todo caso, bien podría tratarse de la estrella Sirio, a la que apuntan los “tres reyes” del cinturón de la constelación de Orión.
No se sabe a ciencia cierta que era la estrella de Belén por lo que inequívocamente estamos hablando de un Objeto Volador No Identificado que habría surcado los cielos de Cisjordania (Israel y Palestina) hace más de 2000 años; algunas personas aseguran que en realidad la “Estrella de Belén” fue una nave de origen extraterrestre que guío a los Tres Reyes Magos al lugar exacto del nacimiento de Jesús.
La estrella de Belén no indicó solo el camino que debían seguir, sino que, lo que aún es más importante, llegó a detenerse en dos ocasiones para señalar dónde tenían que parar: primero sobre Jerusalén y luego sobre Belén, donde se encontraba el recién nacido Jesús. No hay ningún fenómeno natural que pueda justificar este prodigio, y solo si se tratase de algo con un control inteligente se podría explicar ese comportamiento. Si se admite la realidad del relato bíblico, no hay ninguna explicación natural que concuerde con la descripción de la estrella de Belén.