“Le decía a el animal con el rostro lleno de miedo y como tirándole manazos ¡¡gato!! ¡¡gato!! y el animal estaba parado arriba de la televisión en sus patas traseras, con los brazos levantados y bailando de un lado a otro”.
“Mi relato sucedió en el año de 1983 en la ciudad de Tonalá, Chiapas, en donde radicábamos en aquella época. Resulta que estábamos ya dispuestos a dormir, eran como las 11 de la noche, en la planta alta de la casa dormíamos los varones, tengo 6 hermanos, y en ese momento mi padre estaba con mi madre en una hamaca que estaba colocada en la terraza de la planta alta.
Ya estaban casi dormidos, cuando mi padre alcanzo a escuchar la voz de mi hermana la cual tenia su habitación en la planta baja al igual que mis padres, y en ese entonces de unos 12 años de edad, cuando mi padre escucho que ella hablaba, se levanto de manera desesperada tanto así que mi madre, y yo, nos dimos cuenta y lo seguimos, cuando llegamos a la sala vimos sorprendidos que se hallaba un gato de color pardo, y más grande del tamaño normal de un gato común y corriente, pero lo que nos causo sorpresa y miedo es que mi hermana se encontraba en la puerta de su habitación, y le decía al animal con el rostro lleno de miedo, y tirándole manazos: ¡Gato! ¡Gato! y el animal estaba parado arriba de la televisión en sus patas traseras, con los brazos levantados, y bailando de un lado a otro en un ademán de burla hacia mi hermana.
Cuando mi padre vio esto tomo una escoba que estaba a su paso y cerramos de inmediato la puerta de la casa, cuando el gato nos vio quiso salir, debo hacer mención que ya anteriormente en esa casa siempre aparecían excrementos de gato en los muebles de la sala y no sabíamos como entraba el gato a casa, hasta que un día mi papa sorprendió a ese mismo gato defecando en los muebles y al seguirlo vio que se dirigió hacia un agujero que estaba en una ventana de vidrio, logro agarrarlo de la cola pero cuando el gato increíblemente pasaba en ese pequeño agujero sentía como se le resbalaba la cola entre sus manos, como si fuera mantequilla, y se le escapo.
Pues resulta que en esta ocasión cuando el gato quiso salir y buscaba el mismo agujero, mi padre con solo ponerle la escoba encima y jalarla hacia el, el gato se venia pegado en la escoba pegando unos maullidos muy feos, mi padre dice que sentía como descargas eléctricas en todo el cuerpo cada vez que tocaba al animal con la escoba, después el gato corría desesperado por las paredes hacia arriba y al llegar al techo se estrellaba con este. El caso es que mi padre lucho hasta matar a este animal que como les relato, era de tamaño fuera de lo normal”. (SIC)
Octavio Espinosa Hernández, Coatzacoalcos, Veracruz.