“Estábamos aterrados”. Esa es la frase con la que Pam Melroy, administradora adjunta de la NASA y antigua astronauta, se refirió a la colisión que estuvo a punto de suceder el 28 de febrero de 2024, cuando un satélite ruso a la deriva ‘rozó’ un satélite norteamericano. Si hubieran chocado, el accidente habría creado millones de partículas hipersónicas que, según Melroy, habrían puesto en peligro la vida de los astronautas en las estaciones espaciales. La misma metralla podría haber destruido infraestructura vital para la humanidad gracias al síndrome de Kessler. “Fue muy impactante personalmente y para todos nosotros en la NASA“, afirmó Melroy en el Simposio Espacial de la Fundación Espacial celebrado en Colorado esta semana. “Si los dos satélites hubieran chocado, habríamos visto la generación de metralla [hipersónica], pequeños fragmentos que viajan a 16.000 kilómetros por hora y pueden perforar un agujero en otra nave espacial y potencialmente poner en riesgo vidas humanas”. El incidente, dijo, “realmente nos asustó”.
El miedo viene de la alta posibilidad de que la nube de desechos metálicos resultante hubiera puesto en marcha un juego de carambolas espaciales llamado síndrome de Kessler. Enunciado por el ingeniero de la NASA Donald J. Kessler en 1978, esta teoría afirma que, dada una cierta densidad de objetos en órbita, una colisión entre dos objetos puede originar una reacción en cadena que derribe gran parte o la totalidad de la infraestructura espacial global, eventualmente provocando un gran apagón de comunicaciones y servicios fundamentales para el funcionamiento de nuestra sociedad. Los trozos metálicos también podrían derribar la ISS y otras naves espaciales tripuladas o de carga, como en su día mostró la película Gravity, de Alfonso Cuarón. En el peor escenario posible, el síndrome de Kessler anularía cualquier posibilidad de viajar al espacio. A pesar de este peligro, la imposibilidad de mover ninguno de los dos satélites en una maniobra evasiva obligó a la NASA a quedarse cruzada de brazos, rogando que no pasara nada. Aunque al final no se produjo el choque, Taylor ha denunciado el evento como una advertencia grave para que todas las agencias se pongan manos a la obra en la limpieza del espacio y el control internacional de los satélites.
Qué pasó exactamente
El responsable de la potencial catástrofe fue el difunto satélite ruso Cosmos 2221. El incidente ocurrió el 28 de febrero, cuando Cosmos 2221 se desvió para acercarse a una proximidad extrema del satélite TIMED de la NASA.
El satélite zombie estuvo 'rozó' el satélite Timed de la NASA, en la imagen. (NASA)
TIMED, siglas de Termosfera Ionosfera Mesosfera Energética y Dinámica, tiene un papel crucial en el monitoreo de la atmósfera de la Tierra, pero carece de capacidad de maniobra. El acercamiento llegó a una distancia de menos de 10 metros, más corta que la longitud de un autobús. En el espacio, esto es el equivalente de intentar meterse en un vagón de metro en hora punta pasando a unas micras de distancia de cualquier persona. Este episodio ha vuelto a demostrar los riesgos inherentes de los desechos espaciales y la fragilidad de nuestro entorno orbital inmediato. Este espacio se está llenando a un ritmo casi geométrico, aumentando las posibilidades de que la teoría de Kessler se ponga a prueba mes a mes.
La solución no puede esperar
La NASA lo tiene claro: la órbita baja terrestre de la Tierra está abarrotada con más de 10.000 satélites, un número que se ha cuadruplicado desde 2019. Con 400.000 satélites más aprobados para su lanzamiento en órbita terrestre baja, la complejidad y la densidad del tráfico espacial será un reto casi imposible de gestionar si no se toman medidas ya. Este gran volumen, que incluye antiguos satélites zombies, plantea un enorme desafío para la sostenibilidad de la exploración espacial. Melroy afirma que “el problema es monumental. Ni siquiera podemos ponernos de acuerdo sobre el número de piezas de metralla que hay en órbita porque tenemos tantos modelos por ahí. El espacio está lleno. Lo hemos estado haciendo cada vez más difícil para nosotros mismos, por lo que la NASA está avanzando que se asegurará de que hagamos lo correcto“. La NASA anunció recientemente su Estrategia de Sostenibilidad Espacial, un plan integral que tiene como objetivo mejorar el seguimiento, el monitoreo y la gestión de satélites y escombros orbitales. La estrategia también se centra en el desarrollo de tecnologías para realizar maniobras de evasión de colisiones que puedan mitigar riesgos.
La ESA también está realizando esfuerzos para intentar limpiar los satélites muertos mientras que varias empresas, como Airbus, Astroscale y ClearSpace, están desarrollando tecnologías para eliminar los desechos espaciales usando naves equipadas para capturar y desorbitar satélites de forma segura.
El mapa de los más de 5.000 Starlinks de Musk, más del 50% de todos los satélites de la civilización.
Sin embargo, urge tomar dos medidas ya. La primera, poner coto a la invasión de las innecesarias redes de internet espaciales comerciales. SpaceX y Elon Musk quieren poner en órbita 42.000 satélites y tienen ya la mitad de todos los satélites en órbita exclusivamente para su beneficio económico. Musk no está solo en esta carrera por invadir la órbita terrestre baja (LEO en sus siglas en inglés), aunque ciertamente está muy por delante de cualquier otro jugador. China tiene dos planes contra Starlink: la red Guowang de 13.000 satélites y el proyecto G60 Starlink, que prevé desplegar 12.000 satélites. La compañía aeroespacial Boeing —ahora contra las cuerdas por sus problemas con aviones comerciales— acaba de obtener la aprobación para desplegar 147 satélites para competir directamente con la red de Musk. También está OneWeb, que ahora cuenta con 618 satélites en órbita. Astra Space ha propuesto desplegar una constelación de más de 13.600 satélites, buscando la aprobación de la FCC para un servicio global de Internet de banda ancha. Y por supuesto está Jeff Bezos y su proyecto Kuiper, que incluye una constelación de 3.236 satélites y ya ha lanzado sus dos primeros prototipos de satélites con el objetivo de iniciar el servicio para los primeros clientes a finales de 2024.
La segunda es la imposición de sistemas de maniobra, recarga de combustible y retirada de órbita en futuros satélites. Sólo así se conseguirá mantener el orden antes de que esto se nos vaya de las manos y la humanidad se quede sin la posibilidad de convertirse en una especie multiplanetaria que garantice nuestra supervivencia durante millones de años.
Fuente: El Confidencial