Desde antiguo, la fotografía se ha usado como herramienta para tantas otras disciplinas, y también, por qué no, en la Parapsicología.
A mayor convicción, algunos se aventuran a tratar con ciertos poderes místicos, o, dicho de otro modo, fantasmagóricos del medio. Con esto me refiero a la tan cuestionada fotografía de espíritus, a la fotografía de fantasmas. No son pocos los que creen en estos entes, quienes los buscan y quienes quieren demostrar su existencia, apoyándose en fotografías.
Si la fotografía puede reproducir cualquier hecho pasado, si puede captar las imágenes que ven nuestros ojos, es lógico pensar que también pueda hacerlo con las apariciones de espíritus que más de uno asegura haber presenciado. Y más allá de esta afirmación, parece que también hay quien cree que este medio es utilizado por los no vivos para dejarse ver, aunque no lo hagan in situ.
Con todo, la fotografía no sólo sirve de documento para demostrar que somos más de la cuenta -como algunos aseguran- sino que además es el vehículo de expresión de algunos espíritus, y por tanto está tanto más vinculada a ellos. Hay muchas leyendas y creencias que apuntan poderes sobrenaturales a la fotografía. Por ejemplo, los Masái, como otros pueblos africanos, detestan las fotos porque aseguran que éstas tienen la capacidad de robarles el alma.
Fue el fotógrafo espiritista William H. Mumler, de Boston, quien descubrió unas extrañas figuras cuando estaba reciclando materiales de impresión, hacia 1861. Y en la producción de esas fotografías espiritistas para la gente crédula encontró un negocio que le permitió realizar varias exposiciones.
Y sin desafiar tales investigaciones, cabe comentar que en la historia de los fantasmas en la fotografía encontramos un dato significativo, al menos para los escépticos en estas teorías. Casualmente los entes fantasmales no se relacionaron con la fotografía durante sus inicios, a pesar de los largos tiempos de exposición de los que disponían los fantasmas para entrar a escena, sino que esperaron a la aparición de la doble exposición para darse a conocer.
Otra figura de la fotografía de fantasmas fue el investigador francés Hippolyte Baraduc. En este caso, sus fotografías sacaban a la luz ciertos espectros -el alma en teoría- que surgían de los cuerpos muertos. El fotógrafo experimentó estos descubrimientos con su propio hijo y con su mujer, con su cadáver.
Casi todos hemos visto alguna vez una foto en la que aparece una especie de aura sobre alguien o algo. Y aunque muchos pensamos que detrás de eso sólo se esconde algún fallo en los materiales, en el mecanismo de la cámara o en el proceso fotográfico, lo cierto es que detrás también se esconde toda una ciencia, o pseudociencia, con muchos años de antigüedad.
Para algunos teóricos, por el color del aura se pueden saber los estados de ánimo e incluso diagnosticar enfermedades. En este campo trabajaron Semyon y Valentina Kirlian, un matrimonio moldavo, que en 1939 construyó un aparato para fotografiar la energía luminosa que emana del cuerpo humano, el aura.
Una de las teorías más importantes de los últimos años, dentro de la parapsicología, es la teoría del colapso. Ésta pretende explicar que, ante imágenes caóticas y desordenadas, la mente humana tiende a reformarlas dándoles un sentido lógico, esto es, organizando tales formaciones y vinculándolas con otras conocidas, reconocibles. A partir de aquí se comprenderían las psico imágenes.
Sea como fuere, la fotografía de espíritus se ha constituido como un género, un género con historia. Estas son algunas pistas que se pueden seguir para su estudio, pero de seguro tras cada una se esconden otras tantas que complican aún más este mundo oculto.
Manuel Santos / fotocultura.com