“La persona poseída manifestará su estado de anormalidad con cambios y contorsiones de la fisonomía, relajamientos o rigideces del cuerpo; ante la invitación de realizar cualquier acto de piedad o de devoción, reaccionará de manera más o menos turbulenta con una hiperexcitación de los miembros, amenazas, gritos espantosos, actitudes provocativas, blasfemas y sacrílegas”.
Corrado Balducci, La posesión diabólica.
Estrenada el pasado 9 de septiembre en EEUU, El exorcismo de Emily Rose –dirigida por Scout Derrickson– se había concebido como un filme de modestas pretensiones comerciales pero que, pese a las cautas expectativas de sus productores, ha pulverizado las taquillas logrando el top one de los títulos más vistos.
Probablemente su éxito se justifique más por la manida coletilla de “basada en hechos reales” que acompaña como subtítulo las escalofriantes imágenes que integran el tráiler, que por los supuestos fenómenos de “poltergeist” que, según declaraciones en prensa, presenciaron algunos actores durante el rodaje.
Televisores y equipos de radio que se encendían solos mientras sombras misteriosas se vislumbraban durante los ensayos de algunas escenas, probablemente puedan explicarse como consecuencia de la sugestión de los mismos tras visionar, aleccionados por su director, horas y horas de documentales sobre exorcismos auténticos.
Cada vez que padecía una de las posesiones, Emily escuchaba voces que la invitaban a hacerse daño. Entre otras cosas, durante sus trances comió arañas y una vez hizo cerca de 600 flexiones, que le dejaron fracturas en las rodillas.
Como la historia protagonizada por Regan Macneil –supuestamente inspirada en la posesión de un adolescente de Mount Rainier en la década de los cuarenta– El exorcismo de Emily Rose narra los detalles de un suceso que conmocionó a la opinión pública alemana y que, a diferencia de la novela de Blatty, está mejor documentada a través del nombre de su verdadera protagonista: Anneliese Michele, una joven de veinticuatro años. Bautizado por la prensa de la época como “caso Klingenberg” –ciudad de Baviera en la que se produjeron los hechos–, este luctuoso episodio significó la primera investigación judicial iniciada como consecuencia de la muerte de una joven en el curso de una serie de exorcismos.
La historia de Emily Rose está basada en la vida de Anneliese Michel, una joven alemana que murió luego de practicársele 67 sesiones de exorcismo. Durante los rituales, el demonio se identificaba con los nombres de Hitler, Nerón y Caín, entre otros. Tras el dramático desenlace, acaecido el 1 de julio de 1976, la Fiscalía sentó en el banquillo a los dos pastores exorcistas, Arnold Renz y Ernst Alt –identificados en el film con el personaje del padre Moore–, inculpados por un delito de homicidio al dejar morir a la joven por inanición. En el filme es acusado de homicidio por negligencia, pues según la justicia dejó morir a Emily sin tratamiento médico.
A diferencia de otros lamentables sucesos en los que una parafernalia pseudo exorcista ha arropado la inducción de un homicidio –en España alcanzarían triste notoriedad los casos Albayzin y Almansa a comienzos de la década de los noventa–, en la versión cinematográfica del caso Emily Rose es un sacerdote católico, cuya autoridad para desempeñar su labor como exorcista es concedida por la jerarquía eclesiástica, quien deberá enfrentarse a la imputación de un crimen.
En contraste con El Exorcista, donde únicamente se expone una interpretación de los hechos basada en la superstición –recuérdese que son los propios médicos quienes recomiendan llevar a cabo dicho ritual–, El exorcismo de Emily Rose traslada el eterno enfrentamiento entre religión y ciencia a los tribunales.
Una abogada agnóstica, interesada en la defensa del caso para conseguir un reconocimiento de su bufete, será la encargada de defender al fracasado sacerdote en su lucha contra el poder de las tinieblas. Frente al inquietante informe elaborado por un anciano padre jesuita concluyendo que la joven está poseída por el demonio, tal y como ella asegura a sus padres, se sitúan los peritajes forenses y evaluaciones médicas que diagnostican un síndrome epiléptico.
Finalmente, y considerando todas estas pruebas, en abril de 1978 el tribunal de justicia alemán terminará dictando una sentencia, desconcertante para unos e indiscutiblemente razonable para otros… ¿Fue el espíritu de Emily Rose poseído por el demonio?
Antonio Luis Moyano 7 Enigma