HONGO TÓXICO en la TUMBA de TUTANKAMÓN podría conducir a NUEVOS TRATAMIENTOS contra el CÁNCER 

Un hallazgo notable dentro de la tumba del joven faraón podría conducir a un avance médico invaluable. 

Justin Stebbing: En noviembre de 1922, el arqueólogo Howard Carter observó a través de un pequeño agujero la tumba sellada del rey Tutankamón. Cuando se le preguntó si podía ver algo, respondió: “Sí, cosas maravillosas”. Sin embargo, meses después, Lord Carnarvon, quien financió a Carter, falleció a causa de una misteriosa enfermedad. Durante los años siguientes, varios otros miembros del equipo de excavación correrían una suerte similar, alimentando las leyendas de la “maldición del faraón” que han cautivado la imaginación del público durante poco más de un siglo. 
 
Durante décadas, estas misteriosas muertes se atribuyeron a fuerzas sobrenaturales. Pero la ciencia moderna ha revelado un culpable más probable: un hongo tóxico conocido como Aspergillus Flavus. Ahora, en un giro inesperado, este mismo organismo mortal se está transformando en una nueva y poderosa arma en la lucha contra el cáncer. 
 
El Aspergillus flavus es un moho común que se encuentra en el suelo, la vegetación en descomposición y los granos almacenados. Es famoso por su capacidad para sobrevivir en entornos hostiles, incluyendo las cámaras selladas de tumbas antiguas, donde puede permanecer latente durante miles de años. 
 
Al ser perturbado, el hongo libera esporas que pueden causar infecciones respiratorias graves, especialmente en personas con sistemas inmunitarios debilitados. Esto podría explicar la llamada “maldición” del rey Tutankamón e incidentes similares, como la muerte de varios científicos que ingresaron a la tumba de Casimiro IV en Polonia en la década de 1970. En ambos casos, investigaciones posteriores descubrieron la presencia de A. flavus, y sus toxinas probablemente fueron responsables de las enfermedades y muertes. 
 
A pesar de su reputación de mortal, Aspergillus flavus se encuentra ahora en el centro de un hallazgo científico notable. Investigadores de la Universidad de Pensilvania han descubierto que este hongo produce una clase única de moléculas con el potencial de combatir el cáncer. 
 
Estas moléculas pertenecen a un grupo llamado péptidos sintetizados Ribosómicamente y Modificados Postraduccionalmente, o RiPP. Las RiPP son producidas por el ribosoma (la fábrica de proteínas de la célula) y posteriormente se alteran químicamente para mejorar su función. 
 
Si bien se han identificado miles de RiPP en bacterias, hasta ahora solo se han encontrado unas pocas en hongos. 
 
El proceso de encontrar estas RiPP fúngicas no fue nada sencillo. El equipo de investigación analizó una docena de cepas o tipos diferentes de Aspergillus en busca de pistas químicas que pudieran indicar la presencia de estas prometedoras moléculas. Aspergillus flavus se destacó rápidamente como un candidato principal. 
 
Los investigadores compararon las sustancias químicas de diferentes cepas de hongos con compuestos RiPP conocidos y encontraron coincidencias prometedoras. Para confirmar su descubrimiento, desactivaron los genes relevantes y, efectivamente, las sustancias químicas objetivo desaparecieron, demostrando que habían encontrado la fuente. 
 
Purificar estas sustancias químicas resultó ser un desafío significativo. Sin embargo, esta complejidad es también la que confiere a las RiPP fúngicas su notable actividad biológica. 
 
El equipo logró aislar cuatro RiPP diferentes de Aspergillus flavus. Estas moléculas compartían una estructura única de anillos entrelazados, una característica nunca antes descrita. Los investigadores denominaron a estos nuevos compuestos “Asperigimicinas”, en honor al hongo en el que se encontraron. 

El siguiente paso fue probar estas asperigimicinas contra células cancerosas humanas. En algunos casos, detuvieron el crecimiento de células cancerosas, lo que sugiere que las asperigimicinas podrían convertirse algún día en un nuevo tratamiento para ciertos tipos de cáncer. 
 
El equipo también descubrió cómo estas sustancias químicas penetran en las células cancerosas. Este descubrimiento es significativo porque muchas sustancias químicas, como las asperigimicinas, tienen propiedades medicinales, pero tienen dificultades para penetrar en las células en cantidades suficientes para ser útiles. Saber que ciertas grasas (lípidos) pueden potenciar este proceso proporciona a los científicos una nueva herramienta para el desarrollo de fármacos. 
 
Experimentos posteriores revelaron que las asperigimicinas probablemente interrumpen el proceso de división celular en las células cancerosas. Las células cancerosas se dividen de forma incontrolable y estos compuestos parecen bloquear la formación de microtúbulos, el andamiaje interno de las células que es esencial para la división celular. 
 
Un enorme potencial sin explotar. 
 
Esta alteración es específica de ciertos tipos de células, por lo que podría reducir el riesgo de efectos secundarios. Pero el descubrimiento de las asperigimicinas es solo el comienzo. Los investigadores también identificaron grupos similares de genes en otros hongos, lo que sugiere que aún quedan muchas más RiPP fúngicas por descubrir. 
 
Casi todas las RiPP fúngicas encontradas hasta la fecha presentan una fuerte actividad biológica, lo que convierte a esta área en un área con un enorme potencial sin explotar. El siguiente paso es probar las asperigimicinas en otros sistemas y modelos, con la esperanza de eventualmente pasar a ensayos clínicos en humanos. De tener éxito, estas moléculas podrían unirse a las filas de otros medicamentos derivados de hongos, como la penicilina, que revolucionó la medicina moderna. 
 
La historia del Aspergillus flavus es un poderoso ejemplo de cómo la naturaleza puede ser tanto una fuente de peligro como una fuente de curación. Durante siglos, este hongo fue temido como un asesino silencioso que acechaba en tumbas antiguas, responsable de muertes misteriosas y de la leyenda de la maldición del faraón. Hoy, los científicos están convirtiendo ese miedo en esperanza, aprovechando las mismas esporas mortales para crear medicamentos que salvan vidas. 
 
Esta transformación, de maldición a cura, resalta la importancia de la exploración e innovación continuas en el mundo natural. De hecho, la naturaleza nos ha proporcionado una farmacia increíble, repleta de compuestos que pueden curar tanto como dañar. Depende de científicos e ingenieros descubrir estos secretos, utilizando las últimas tecnologías para identificar, modificar y probar nuevas moléculas y comprobar su potencial para tratar enfermedades. 
 
El descubrimiento de las asperigimicinas nos recuerda que incluso las fuentes más improbables, como un hongo tóxico de las tumbas, pueden ser la clave para nuevos tratamientos revolucionarios. Mientras los investigadores continúan explorando el mundo oculto de los hongos, ¿quién sabe qué otros avances médicos podrían estar ocultos? 

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