¿Son “LOBOS GIGANTES” RESUCITADOS AUTÉNTICOS o simplemente IDÉNTICOS? 

Los científicos afirmaron recientemente haber resucitado al extinto Lobo Gigante, pero ¿son los cachorros realmente lobos gigantes? Aquí las ultimas actualizaciones de la noticia que hace días causo tanto revuelo. 

Desde lobos gigantes (también llamados terribles) hasta mamuts lanudos, la idea de resucitar especies extintas ha cautivado la imaginación del público. Colossal Biosciences, la empresa biotecnológica con sede en Dallas que lidera este proyecto ha sido noticia por sus ambiciosos esfuerzos para recuperar animales perdidos hace mucho tiempo mediante ingeniería genética de vanguardia. 
 
Recientemente anunció el nacimiento de crías con rasgos clave de lobos gigantes, un depredador icónico visto por última vez vagando por Norteamérica hace más de 10.000 años. Esto siguió a anuncios previos de proyectos centrados en el mamut lanudo y el tilacino. Todo esto alimenta la sensación de que la desextinción no solo es posible, sino inminente. 
 
Pero a medida que la ciencia avanza, persiste una pregunta más profunda: ¿cuán cerca debe estar el resultado para que se considere un verdadero regreso? Si solo podemos recuperar fragmentos del genoma de una criatura extinta, y debemos reconstruir el resto con sustitutos modernos, ¿es eso realmente desextinción o simplemente estamos creando ejemplares similares? 
 
Para el público, la desextinción suele evocar imágenes de una resurrección al estilo de Jurassic Park: la recreación de un animal perdido, renacido en el mundo moderno. Sin embargo, en el ámbito científico, el término abarca diversas técnicas: cría selectiva, clonación y, cada vez más, biología sintética mediante la edición genómica. La biología sintética es un campo que implica el rediseño de los sistemas presentes en la naturaleza. 
 
Los científicos han utilizado la cría selectiva de ganado moderno para intentar recrear un animal similar al uro, el ancestro salvaje de las razas actuales. La clonación se ha utilizado para recuperar brevemente la cabra montés de los Pirineos, extinta en el año 2000. En 2003, un equipo español logró que un ternero clonado llegara a término, pero el animal murió a los pocos minutos de nacer. 
 
Este se cita a menudo como el primer ejemplo de desextinción. Sin embargo, el único tejido preservado era de una hembra, lo que significa que no podría haberse utilizado para recuperar una población viable. El trabajo de Colossal se enmarca en la categoría de biología sintética. 
 
Estos enfoques difieren en su método, pero comparten un objetivo común: restaurar una especie que se ha perdido. En la mayoría de los casos, lo que emerge no es una copia genética exacta de la especie extinta, sino un sustituto: un organismo moderno diseñado para parecerse a su ancestro en función o apariencia. 
 
Tomemos el caso del mamut lanudo. El proyecto de Colossal busca crear un elefante asiático adaptado al frío que pueda cumplir la antigua función ecológica del mamut. Sin embargo, los mamuts y los elefantes asiáticos divergieron hace cientos de miles de años y difieren en aproximadamente 1,5 millones de variantes genéticas. Editar todas estas es, por ahora, imposible. En cambio, los científicos se centran en unas pocas docenas de genes vinculados a rasgos clave como la resistencia al frío, el almacenamiento de grasa y el crecimiento del pelo. 
 
Comparemos esto con los humanos y los chimpancés. A pesar de una similitud genética de alrededor del 98,8 %, las diferencias físicas y de comportamiento entre ambos son enormes. Si brechas genéticas comparativamente pequeñas pueden producir diferencias tan importantes, ¿qué podemos esperar al editar solo una pequeña fracción de las diferencias entre dos especies? Es una regla general útil al evaluar afirmaciones recientes. 
 
Como se mencionó en un artículo anterior, el proyecto del lobo terrible de Colossal implicó solo 20 ediciones genéticas. Estas se introdujeron en el genoma de un lobo gris para imitar rasgos clave del extinto lobo terrible. Los animales resultantes pueden parecer similares, pero con tan pocos cambios, son genéticamente mucho más cercanos a los lobos modernos que a su homónimo prehistórico. 
 
Las ambiciones de Colossal van más allá de los mamuts y los lobos terribles. La compañía también está trabajando para revivir al tilacino (tigre de Tasmania), un marsupial carnívoro que alguna vez fue nativo de Australia continental, Tasmania y Nueva Guinea. El último ejemplar murió en el Zoológico de Hobart en 1936. Colossal utiliza como base un pariente genético llamado dunnart de cola gruesa, un pequeño marsupial. El objetivo es diseñar el genoma del dunnart para que exprese rasgos presentes en los tilacinos. El equipo afirma estar desarrollando un útero artificial para albergar el feto diseñado. 
 
Colossal también tiene un proyecto para revivir al dodo, un ave no voladora que vagó por Mauricio hasta el siglo XVII. Dicho proyecto utilizará la paloma de Nicobar, uno de los parientes vivos más cercanos del dodo, como base para la reconstrucción genética. 

En cada caso, la empresa se basa en un modelo parcial: ADN antiguo incompleto, y luego utiliza la potente herramienta de Edición Genómica Crispr para editar diferencias específicas en el genoma de una especie viva estrechamente relacionada. Los animales terminados, si nacen, pueden parecerse a sus homólogos extintos en apariencia y comportamiento, pero no serán genéticamente idénticos. Más bien, serán híbridos, mosaicos o sustitutos funcionales. 
 
Esto no niega el valor de estos proyectos. De hecho, podría ser el momento de actualizar nuestras expectativas. Si el objetivo es restaurar los roles ecológicos, no recrear a la perfección genomas extintos, entonces estos animales aún podrían cumplir funciones importantes. Pero también significa que debemos ser precisos en nuestro lenguaje. Estas son creaciones sintéticas, no verdaderos retornos. 
 
Tecnología para prevenir la extinción. 
 
Existen ejemplos más sólidos de trabajos de casi desextinción, en particular el rinoceronte blanco del norte. Solo quedan vivas dos hembras en la actualidad, y ambas son infértiles. Los científicos están trabajando para crear embriones viables utilizando material genético preservado y madres sustitutas de especies de rinocerontes estrechamente relacionadas. Este esfuerzo implica la clonación y la reproducción asistida, con el objetivo de restaurar una población genéticamente idéntica a la original. 
 
A diferencia del mamut o el tilacino, el rinoceronte blanco del norte aún cuenta con representantes vivos y células preservadas. Esto lo convierte en un caso fundamentalmente diferente: más biología de la conservación que biología sintética. Sin embargo, demuestra el potencial de esta tecnología cuando se aplica a la preservación, no a la reconstrucción. 
 
La edición genética también es prometedora para ayudar a las especies en peligro de extinción, utilizándola para introducir diversidad genética en una población, eliminar mutaciones dañinas o mejorar la resiliencia a las enfermedades o al cambio climático. En este sentido, las herramientas de la desextinción podrían, en última instancia, servir para prevenir extinciones, en lugar de revertirlas. 
 
Entonces, ¿dónde nos lleva esto? Quizás necesitemos nuevos términos: sustitutos sintéticos, análogos ecológicos o restauraciones diseñadas. Estas frases pueden carecer del dramatismo de la “desextinción”, pero se acercan más a la realidad científica. 
 
Después de todo, estos animales no están volviendo de entre los muertos; se están inventando, pieza por pieza, a partir de lo que el pasado dejó atrás. Al final, puede que no importe si los llamamos mamuts, elefantes lanudos, lobos gigantes o perros de diseño. Lo que importa es cómo usamos este poder: ya sea para sanar ecosistemas dañados, para preservar el legado genético de especies en extinción o simplemente para demostrar que podemos hacerlo. 
 
Pero al menos deberíamos ser honestos: lo que presenciamos no es resurrección, es Edición Genómica. 

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