¿Se ha RESUELTO el MISTERIO de la “MALDICIÓN del faraón” del rey Tut? 

Más de 20 personas que excavaron la tumba del rey Tutankamón en la década de 1920 murieron jóvenes por una variedad de enfermedades. 

El descubrimiento de la tumba perfectamente conservada del rey Tutankamón en 1922 por Howard Carter fue (y sigue siendo) uno de los hallazgos arqueológicos más importantes de la historia. 
 
A diferencia de la mayoría de las tumbas egipcias que habían sido saqueadas hace mucho tiempo, ésta había permanecido intacta desde la antigüedad, lo que proporciona una visión única de la extensión y el esplendor del entierro del niño rey. 
 
Pero aunque hubo mucho que celebrar sobre el descubrimiento, comenzaron a circular rumores de una maldición del faraón después de que varios miembros del equipo de excavación murieran antes de tiempo. 
 
Entre ellos, el propio Howard Carter, que murió de un ataque cardíaco en 1939 después de sufrir un Linfoma de Hodgkin, mientras que Lord Carnarvon, que caminó por las salas del tesoro, murió apenas cinco meses después por envenenamiento de la sangre. 
 
Esta tendencia continuaría durante algún tiempo, con docenas de personas involucradas en la excavación que murieron por todo tipo de causas, desde derrames cerebrales y ataques cardíacos hasta neumonía y asfixia. 
 
Pero ¿podría haber realmente una “maldición” literal en juego? 

Ahora, según un nuevo estudio dirigido por Ross Fellowes, puede que exista una explicación convencional para el fenómeno y que tenga que ver con una exposición excesiva a la radiación. 
 
Resulta que algunas tumbas egipcias contienen elementos radiactivos y peligrosos que tienen el potencial de resultar muy perjudiciales para la salud humana si se les da suficiente tiempo y exposición. 
 
Es probable que quienes trabajaron en la tumba del rey Tutankamón hayan recibido una dosis elevada. 
 
También se han encontrado pruebas de radiactividad en otras tumbas, pero esto se ha atribuido generalmente a la radiación natural de fondo de la roca. 
 
“La fuerte radiación (como radón) de la que se ha informado en las ruinas de las tumbas se ha atribuido vagamente al fondo natural del lecho rocoso original”, escribió Fellowes. 
 
“Sin embargo, los niveles son inusualmente altos y localizados, lo que no es coherente con las características del lecho rocoso de piedra caliza, sino que implica alguna otra fuente no natural”.

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