Los científicos ahora creen que el subsuelo de Venus podría ser mucho más activo de lo que se pensaba anteriormente.
Con temperaturas superficiales que superan los 400 °C y presiones atmosféricas devastadoras, cien veces superiores a las de nuestro planeta, las condiciones en Venus son innegablemente infernales.
Si bien el aterrizaje de una sonda en la superficie ha demostrado ser un desafío, en 1989 la NASA lanzó Magallanes, un orbitador capaz de cartografiar la superficie de Venus, no aterrizando allí, sino observando a través de su densa atmósfera desde el espacio mediante un radar de apertura sintética.
Ahora, más de 30 años después, los científicos han descubierto algo en los datos de Magallanes que podría cambiar radicalmente todo lo que sabemos sobre la superficie de Venus y lo que se esconde bajo ella.
A diferencia de la Tierra, Venus no tiene tectónica de placas, pero unas peculiares deformaciones (conocidas como coronas) visibles en su superficie sugieren que se está produciendo algún tipo de movimiento subsuperficial.
“Hoy en día, no se encuentran coronas en la Tierra; sin embargo, podrían haber existido cuando nuestro planeta era joven, antes de que se estableciera la tectónica de placas”, declaró el autor principal del estudio, Gael Cascioli.
“Al combinar datos de gravedad y topografía, esta investigación ha proporcionado una nueva e importante perspectiva sobre los posibles procesos subsuperficiales que actualmente configuran la superficie de Venus”.
Se espera que la próxima misión VERITAS de la NASA, cuyo lanzamiento está previsto para 2031, ayude a proporcionar las piezas que faltan para explicar con exactitud qué ocurre bajo la superficie del planeta.