Desde tiempos inmemoriales, la evolución ha sido un tema que ha cautivado la mente humana. Desde las primeras observaciones de naturalistas como Darwin y Lemarck hasta los estudios científicos modernos, hemos buscado comprender cómo las especies cambian y se adaptan a lo largo del tiempo. Incluso, hemos visto la evolución en una caja de laboratorio en vivo y en directo a través de las bacterias y su progenie. Nos hemos encontrado con cada cosa que pone a prueba nuestro cerebro al saber de dónde viene cada especie que habita en Tierra. Pero…¿y si las especies no evolucionan? ¿Qué quiere decir? ¿Por qué no han evolucionado con el paso del cambio climático, las extinciones masivas, las catástrofes que hemos tenido?
En efecto, algo se estudió recientemente, en estos enigmas más intrigantes en el campo de la evolución, el concepto de los «fósiles vivientes» está más presente que nunca. Estas son especies que han persistido practicando sin cambios durante millones de años, desafiando la corriente constante de cambio que define la evolución. En este contexto, el reciente descubrimiento de una familia de peces conocidos como Lepisosteidae nos hace pensar que tenemos especies que todavía no han alcanzado un auge evolutivo en su especie y su siguiente progenie
Investigadores de la Universidad de Yale han realizado un estudio revelador sobre estos peces, cuyo linaje se remonta al período Jurásico. Lo que hace que estos peces sean tan notables es su ritmo evolutivo excepcionalmente lento en comparación con otros vertebrados. A través del análisis de su genoma, los científicos han descubierto que estos peces cambian a un ritmo aproximadamente tres veces más lento que otros animales, lo que les otorga el título de «fósiles vivientes» en el reino animal.
El descubrimiento de esta familia de peces como ejemplos destacados de fósiles vivientes no solo es emocionante en sí mismo, sino que también nos brinda una ventana única para comprender los mecanismos subyacentes de la evolución. La clave de su persistencia a lo largo del tiempo radica en un mecanismo biológico único que limita la tasa de cambio genético en estas criaturas. Y esto podría ampliamente influenciar lo que sabemos de la medicina, revolucionarla, recolectar mejores evidencias para mejorar el campo para una mejora en el campo.
Una de las características más sorprendentes de estos peces es su capacidad para reparar el ADN de manera excepcionalmente eficiente. Esta capacidad de reparación del ADN podría tener implicaciones revolucionarias para el tratamiento del cáncer en humanos. Como la mayoría de los cánceres son el resultado de mutaciones genéticas, la capacidad de estos peces para corregir mutaciones en su ADN podría allanar el camino para nuevos enfoques terapéuticos en la lucha contra esta enfermedad devastadora.
Thomas J. Near, profesor de Ecología y Biología Evolutiva en la Universidad de Yale y autor principal del estudio, destaca la importancia de este descubrimiento. Es la primera vez que se demuestra de manera científica que una línea evolutiva, a través de un aspecto intrínseco de su biología, se ajusta a los criterios de “fósiles vivientes”, esperemos saber qué más nos depara el futuro de este tipo de investigaciones.
Fuente: Enséñame de Ciencia