Corría el año de 1996. El fenómeno del Chupacabras asolaba al país entero y se colaba en los rincones más apartados de la imaginación colectiva. Eran otros tiempos: el internet aún no existía, y el único acceso a la información eran los noticieros televisivos y la prensa escrita, que por aquellos días se encontraban saturados de crónicas y reportajes sobre este enigmático ser, que —según se decía— atacaba a las granjas para extraer, con sus colmillos, el líquido vital de sus presas, especialmente de las cabras. De ahí su ya célebre nombre.
No había forma, como ahora, de contrastar versiones ni verificar datos en tiempo real. Fue en ese contexto cuando rayas disecadas y modificadas —conocidas como Jenny Haniver’s— comenzaron a circular por algunos medios nacionales, siendo presentadas como pruebas visuales del temido ser, pues hubo personas que aseguraban haberlo visto, e incluso llegaron a señalar aquellos cuerpos secos como prueba de la existencia de ese mítico animal.

Y Agua Prieta no fue la excepción.
Un hombre llegó una mañana a las oficinas del legendario periódico El Clarín, afirmando con voz temblorosa que había sido atacado por el Chupacabras en la vecina ciudad de Douglas, Arizona. Contó que, tras haber ido a comprar unas cervezas, una criatura lo sorprendió. Lo atacó al cuello, y en medio del forcejeo —movido por el miedo y la adrenalina— logró derribarlo de un manotazo y “desvivirlo” a pisotones. Aún incrédulo por lo sucedido, llevó supuestamente, la extraña criatura a su casa.
Días después, quedó atónito al ver en revistas como Fama, y en noticieros de alcance nacional, la misma imagen del monstruo succionador. Fue entonces cuando decidió acudir a El Clarín para reportar el hecho… aunque pidió permanecer en el anonimato.
¿Y cómo culpar al periódico? Si los mismos noticieros nacionales mostraban criaturas similares, ¿por qué dudar del testimonio local? ¿Por qué no creer? ¿Por qué no darlo a conocer?
A ello se sumaba un contexto escalofriante: ya se habían reportado ataques reales en las afueras de la ciudad y en ranchos circunvecinos, donde animales aparecían drenados hasta las entrañas, sin una sola gota de plasma. La atmósfera era propicia para el asombro… y el temor.
Así fue como El Clarín publicó una edición extraordinaria, presentando el caso al público con fotografías incluidas. El suceso quedó registrado no solo en papel, sino también en el imaginario colectivo de los aguapretenses de aquella época. Incluso medios de comunicación provenientes de la capital sonorense y del sur de los Estados Unidos llegaron hasta Agua Prieta para cubrir el singular hallazgo.
Repito: eran otros tiempos.
Hablar del legendario “Clarín de Agua Prieta” es hablar de la historia viva de una ciudad. Hasta hoy, muchas personas evocan con nostalgia aquellos viernes de circulación, cuando las páginas del periódico llegaban cargadas de notas locales, chismes, roles de ligas deportivas, reflexiones, y, de vez en cuando, misterios. Se extraña a “El Clarín”, se extrañan sus hojas y como lo dijera en muchas ocasiones el entrañable “Chery” Noriega:
— Oh, Tempore…
Fuente:
Edición Especial
Miércoles 8 de Mayo de 1996
